Érase una vez, en una era ya olvidada por aburrida y rebuscada, una pintoresca aldea llena de gente íntegra y piadosa.

Ellos tenían todo lo que jamás pudieran haber deseado—y una moral intachable, pa´ que amarrase—y aún así, no lograban estar agusto con sus vidas.

EL ALCALDE LAÑONGA
TE ODIA

Verán, la aldea estaba infestada por un montón de ratas cocainómanas corriendo por todos lados y sacando de onda a todo mundo.

Se intentó todo tipo de cosas para mandar a las ratas a la chingada, pero solo volvían y volvían, cada vez en mayor número.

 

El Alcalde empezaba a preocuparse. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, su gobierno de coalición Fascista-Fundamentalista estaba siendo retado por la derecha.

TRABAJA
O LÁRGATE
LOS HAMELINIANOS DE VERDAD
COMPRAN HECHO
EN HAMELIN

Sin importar cuánto ignorara el debido proceso al enviar a las ratas a la horca, el Alcalde no podía quitarse el estigma de ser “permisivo con la delincuencia”. Lamentaba lo poco razonable que se había vuelto el electorado.

Desesperado, le hizo una visita a su psíquica de cabecera.

 

La psíquica le aconsejó que contratara a un profesional.

“¿Un profesional? ¡¿Qué querría decir con eso?!”, se preguntó el alcalde. “Condenados sabios, llegan a ser tan enigmáticos..."

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de algún tipo, o virtuosamente robado. Huh?