Pasó una semana y Hamelin seguÃa libre de ratas. El alcalde no habÃa pasado a pagarle al Lobo, asà que el Lobo llamó a su oficina.
“SÃ, este… me llamo el Vago Lobo.â€
“No, no ordenamos uno, ha de ser algún error—“
“No, no, este, digo, em… quisiera hablar con EL ALCALDE… sobre NUESTRO ACUERDO…â€
“No se encuentra disponible por el momento. Buen dÃa.â€
“¿PodrÃa dejar un mensaje, por favor?â€
“Nos estamos encargando de ello.â€
“¿Del mensaje? ...O de, este… ¿de la FACTURA por la cual llamo?â€
“SÃ, está todo en orden.â€
“¿Qué cosa? ¿La factura?â€
“No se preocupe por eso.â€
“¿POR QUÉ COSA?â€
“Correcto. Gracias, vote Lañonga!â€
Me aplicaron la clásica revolcada, pensó el Vago Lobo. TenÃa toda la intención de contactar al Alcalde Lañonga a como diera lugar. Se imaginaba pequeños escenarios en que sermoneaba al alcalde sobre el honor y pagar las deudas de uno—pero con el tiempo sus pasiones justicieras se apaciguaron y admitió que tal vez existÃan razones para estas jaladas. Los alcaldes son sirvientes ocupados con el bien público, después de todo. Tienen muchas cosas en la cabeza. A veces las cosas solo, sin querer, quedan desatendidas.
HacÃa falta un método más directo. El Lobo desempolvó su mejor traje y se dirigió al centro del pueblo. Maniobró a través de las densas y pegajosas trampas protocolarias tendidas por la burocracia e irrumpió en la oficina del alcalde.
Se disculpó por distraer al alcalde de los asuntos del Estado, prometió ser breve y le recordó que era acreedor—en remuneración por los servicios provistos—a una insuperable montaña de tesoros.
“Con gusto seré discreto sobre toda la ayuda que les brindé a Usted y a la ciudad—porque ya sé cómo funciona esta mierda—pero no dudarÃa en llamar la atención pública a sus cuotas pendientes, si es necesario.â€
“¡Inmundo COSTAL DE HUESOS!â€, se alebrestó el Alcalde. “No, no, no, qué ´costal de huesos´, no lo llenas—no vales ni el tuétano que engrasa mi caldo—eres un... ´costal de gases´, una breve reacción exotérmica en el vacÃo—A LO MUCHO un pedo fugaz en la brisa placentera que es mi existencia—CÓMO TE ATREVES a venir a mi casa y amenazarme a m׿¡A MÃ, El Ungido Salvador de Hamelin!?
Y sus secuaces echaron al Vago Lobo a patadas.